Skip to main content

¿Sabías que los árboles con las raíces más profundas suelen ser los que crecen en el desierto? Por ejemplo, el árbol de los pastores, que se encuentra en las zonas áridas del sur de África, como el Kalahari, puede desarrollar raíces que alcanzan hasta 68 metros de profundidad. En contraste, los árboles de raíces más superficiales son aquellos que crecen rápidamente, ofrecen mucha sombra y son ideales para jardines ornamentales, cuya principal función es estética.

¿Por qué te menciono esto? Porque lo mismo ocurre en el Reino de Dios. Los verdaderos cristianos se reconocen por sus raíces, no por la elocuencia de sus discursos o su apariencia externa. Dios no se deja impresionar por lo que se ve por fuera, sino que mira el corazón. Un claro ejemplo de esto se encuentra en 1 Samuel 16:6-7 (NTV), cuando Samuel, al ver a Eliab, pensó que era el elegido del Señor. Sin embargo, Dios le advirtió que no juzgara por la apariencia, porque Él mira el corazón.

A menudo, los seres humanos nos dejamos llevar por las apariencias, como le sucedió a Samuel. Lo mismo ocurre con los árboles: los más llamativos, grandes y frondosos captan nuestra atención, pero estos no siempre son los más útiles o duraderos, ya que los árboles de crecimiento rápido suelen vivir menos tiempo. Jesús enseñó algo similar en la parábola del sembrador en Mateo 13:4-9, donde se describen cuatro tipos de semillas que representan a diferentes personas que escuchan la palabra de Dios.

En este pasaje, vemos que las semillas que caen en tierra poco profunda crecen rápidamente, pero al no tener raíces profundas, mueren pronto. Esto es comparable a los árboles que parecen hermosos, pero que debido a sus raíces superficiales no sobreviven mucho tiempo. Por otro lado, las semillas que caen en buena tierra crecen firmemente, superando tribulaciones y dando frutos a su debido tiempo.

El crecimiento de un cristiano verdadero es similar al de un árbol con raíces profundas. Este crecimiento es silencioso y profundo, sin buscar aprobación externa, sino centrado en lo que Dios piensa. Un ejemplo es la Boscia albitrunca, o árbol de los pastores, que, aunque no es el más grande ni el más llamativo, puede resistir los veranos más intensos gracias a sus raíces profundas.

Así como este árbol, los cristianos deben tener una raíz sólida y profunda, que proviene de una relación firme con el Señor. La raíz de un cristiano refleja dónde está su corazón y cuáles son sus convicciones. Si nuestro corazón está en Dios, nuestra raíz será fuerte y nada podrá derribarnos.

Para tener una raíz espiritual profunda y saludable, es crucial alimentarnos de la palabra de Dios y eliminar de nuestra vida todo lo que pueda estorbar nuestro crecimiento espiritual. Como el arbusto de creosota, que elimina a las plantas cercanas para asegurar su suministro de agua, debemos apartar de nuestra vida todo lo que nos aleje de Dios.

Además, debemos renovar nuestra mente y espíritu diariamente con la palabra de Dios, como la planta anual que muere y renace cada año. Un corazón receptivo y enseñable es esencial para absorber los nutrientes espirituales que nos harán dar frutos. Finalmente, al igual que una planta necesita luz para crecer, nuestra vida espiritual debe llenarse de la luz de Dios, evitando la oscuridad del mundo.

  • Yeni Cifuentes

    Comunicadora Social y Periodista, amante de la fotografía y la creación de contenidos audiovisuales. Nació en el municipio de Florencia Caquetá - Colombia, el 22 de enero de 1992, en el seno de una familia campesina, religiosa pero no conocedora de la fe en Cristo. A la edad de 14 años acepta a Cristo en su corazón y a partir de ese día de septiembre de 2006 inicia su caminar con Dios.

    Ver todas las entradas