El cristianismo ha sido históricamente un faro de moralidad y un estándar ético que ha influenciado a sociedades enteras. En un mundo donde las nuevas tendencias y corrientes ideológicas parecen desafiar cada vez más los valores tradicionales, el cristianismo se erige como un obstáculo para aquellos que buscan promover agendas que contradicen sus enseñanzas.
Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste. Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; solo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. 2 Tesalonicenses 2:6-12
Estas nuevas tendencias no solo se presentan abiertamente, sino que también se infiltran sutilmente en la sociedad, muchas veces con la ayuda de personas que se identifican como cristianos. En redes sociales, es común ver a algunos de estos llamados cristianos enfrentándose entre sí y tomando posiciones lisonjeras, promoviendo lo que llaman un “cristianismo moderno”. Se escudan en la palabra “religiosidad” para justificar su apoyo o indiferencia hacia prácticas y tendencias que claramente van en contra de la Palabra de Dios. La Biblia nos advierte sobre este tipo de comportamientos, señalando que “vendrá tiempo cuando no soportarán la sana doctrina, sino que, teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias” (2 Timoteo 4:3).
Este “cristianismo moderno” se utiliza como una herramienta para suavizar o diluir las enseñanzas bíblicas, haciéndolas más aceptables para el mundo actual. De esta manera, se pasa la mano a prácticas como el aborto, la redefinición del matrimonio, y la libertad sexual sin límites, entre otras. Estos cristianos, al utilizar la palabra “religiosidad” como un término peyorativo, sugieren que cualquier resistencia a estas tendencias es simplemente un capricho legalista, en lugar de una defensa genuina de los principios bíblicos. Sin embargo, Romanos 12:2 nos exhorta a no conformarnos a este mundo, sino a ser transformados por la renovación de nuestro entendimiento, para discernir la voluntad de Dios.
Para aquellos que se aferran a las enseñanzas tradicionales del cristianismo, este tipo de compromisos son inaceptables. El cristianismo no se trata de adaptarse a las modas del momento, sino de ser fiel a la verdad eterna revelada por Dios. La resistencia no es una cuestión de aferrarse a la “religiosidad”, sino de mantener la pureza y la integridad del mensaje del Evangelio. Jesús mismo nos advierte en Mateo 7:13-14 que el camino que lleva a la vida es estrecho y pocos lo encuentran, mientras que el camino ancho, que lleva a la perdición, es transitado por muchos.
Por ejemplo, la visión cristiana sobre la santidad de la vida, el matrimonio y la sexualidad contrasta profundamente con las tendencias modernas. Mientras algunos promueven la idea de que el aborto es un derecho o que el matrimonio puede redefinirse a voluntad, la Biblia es clara en su enseñanza de que la vida es sagrada desde la concepción (Jeremías 1:5), que el matrimonio es un pacto sagrado entre un hombre y una mujer (Génesis 2:24), y que la sexualidad debe expresarse dentro de los límites establecidos por Dios (1 Corintios 6:18-20).
Además, el cristianismo también desafía las nuevas corrientes ideológicas que intentan desmantelar estructuras sociales tradicionales como la familia. Mientras que algunos cristianos modernos parecen estar dispuestos a acomodar estas ideas en nombre de la inclusión o la relevancia cultural, aquellos comprometidos con la verdad bíblica entienden que estas estructuras son fundamentales para el bienestar humano y la sociedad en general. Proverbios 14:34 nos recuerda que “la justicia engrandece a la nación, pero el pecado es afrenta de las naciones”, subrayando la importancia de adherirse a los principios divinos.
En conclusión, aunque el cristianismo se enfrenta a presiones tanto externas como internas para conformarse a las nuevas tendencias, su papel como obstáculo es más relevante que nunca. La verdadera fe cristiana no se adapta para agradar al mundo, sino que permanece firme en la defensa de la verdad revelada por Dios. Aunque estas tendencias se infiltren sutilmente y cuenten con el apoyo de algunos dentro de la fe, los principios del cristianismo auténtico siguen siendo un baluarte frente a las corrientes que buscan socavar sus fundamentos. Como nos recuerda Efesios 6:13, debemos “tomar toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes”.