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Las guerras han sido una constante en la historia de la humanidad, pero desde una perspectiva cristiana, estas no solo reflejan conflictos políticos o territoriales, sino también una lucha espiritual más profunda que subyace en la naturaleza caída del ser humano.

La naturaleza del conflicto

La Biblia enseña que el corazón humano está inclinado hacia el mal (Jeremías 17:9), y esta inclinación se manifiesta en las guerras y conflictos entre naciones. Santiago 4:1-2 dice: “¿De dónde vienen las guerras y los conflictos entre ustedes? ¿No vienen de las pasiones que luchan dentro de ustedes? Ustedes desean algo y no lo obtienen, entonces luchan y hacen guerra”. Este pasaje señala que la raíz de las guerras está en los deseos desordenados y en la ambición humana.

La guerra como juicio divino

En el Antiguo Testamento, muchas guerras fueron permitidas o incluso ordenadas por Dios como juicio contra la maldad de las naciones. Por ejemplo, las guerras de Israel contra las naciones cananeas se ven como una purga de la idolatría y el pecado en la tierra prometida. Sin embargo, estas acciones se encuentran dentro de un contexto específico de la historia de la redención y no deben tomarse como una justificación para cualquier conflicto armado.

El mensaje de Cristo

Con la venida de Jesucristo, el mensaje de amor, paz y reconciliación se hizo central en la vida cristiana. Jesús dijo: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5:9). Él mismo modeló la no violencia y la sumisión al mal, enseñando que su Reino no es de este mundo (Juan 18:36). Los cristianos son llamados a ser embajadores de paz y a promover la reconciliación, incluso en un mundo lleno de conflictos.

El papel de la Iglesia

La Iglesia, como cuerpo de Cristo, tiene la misión de ser un faro de esperanza en medio de las tinieblas de la guerra. Esto implica orar por la paz, ayudar a las víctimas de los conflictos, y proclamar el evangelio de la paz que trae sanidad tanto espiritual como social. Además, la Iglesia debe ser una voz profética que denuncie la injusticia y el pecado que a menudo son las causas subyacentes de las guerras.

La esperanza final

A pesar de la prevalencia de las guerras, la esperanza cristiana está en la promesa de un futuro donde Dios traerá la paz final y duradera. Isaías 2:4 profetiza: “Él juzgará entre las naciones y resolverá disputas entre muchos pueblos. Ellos convertirán sus espadas en arados y sus lanzas en hoces. No levantará espada nación contra nación, ni se entrenarán más para la guerra”. Esta visión de paz es la esperanza última de los creyentes y la promesa del Reino venidero.

Desde una perspectiva cristiana, las guerras son una consecuencia del pecado humano, pero también un recordatorio de la necesidad de redención. Los cristianos están llamados a ser pacificadores, trabajando para reflejar el Reino de Dios en la tierra mientras esperan el día en que Cristo reine en perfecta paz.

  • Gabriel Rivera

    Gabriel Rivera es desarrollador Web de profesión, convertido hace 25 años. Reside en Florida, USA, y se considera aconfesional. Le apasiona el estudio de la Palabra de Dios, así como leer, escribir y servir a los demás. Su vida gira en torno a la fe y al uso de sus habilidades tecnológicas para glorificar a Dios y ayudar a otros. discipulando.me | jesusidentity.org

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