¿Recuerdas lo que hacías a los 18 años?
Probablemente muchos de nosotros estábamos terminando el bachillerato, pensando en qué carrera estudiar o buscando nuestro primer empleo. Tal vez otros estábamos fijando objetivos inmediatos para progresar en la vida. Sin embargo, a los 18 años, Jonathan Edwards—quien es reconocido por algunos como el teólogo más grande de Norteamérica—ya había terminado sus estudios teológicos en la Universidad de Yale. Fue en ese momento que comenzó a escribir sus 70 Resoluciones, una serie de principios que guiarían su vida con el fin de alejarse de la mediocridad cristiana y vivir al máximo para la gloria de Dios.
Una de sus resoluciones dice lo siguiente:
“He resuelto hacer todo aquello que piense que sea para la mayor gloria de Dios, para mi propio bien, beneficio y placer, durante mi tiempo; sin ninguna consideración del tiempo, ya sea ahora o en millares de años. Me resuelvo a hacer cualquier cosa que sea mi tarea y deber para el bien y la ventaja de la humanidad en general, sin importar las dificultades que enfrente, por grandes que sean.”
Esta declaración refleja un compromiso asombroso con la gloria de Dios y con una vida íntegra. Nos enseña que, incluso en su juventud, Edwards entendía el propósito principal del ser humano: glorificar a Dios en todo (1 Cor. 10:31). A continuación, desglosaremos los aspectos clave de esta resolución para entender mejor su profundidad y alcance.
1. “He resuelto hacer todo aquello que piense que sea para la mayor gloria de Dios…”
Este primer fragmento se enfoca en el propósito supremo de la vida del creyente: glorificar a Dios (Isaías 60:21). La decisión que Edwards expresa es un compromiso consciente de vivir cada pensamiento, decisión y acción conforme a este principio. El cristiano no debe guiarse por los deseos de la carne (Gálatas 5:19-21) ni por costumbres heredadas, sino por una vida enfocada en este objetivo, lo que refleja una relación íntima y profunda con Cristo.
“Glorificar a Dios” no se limita a actos de adoración o rutinas religiosas; es un estilo de vida en el que tanto lo cotidiano como lo trascendente están orientados hacia este fin. La fe no es solo creencia, sino que se evidencia con buenas obras (Santiago 2:18).
2. “… y para mi propio bien, beneficio y placer, durante mi tiempo…”
El compromiso de glorificar a Dios no está reñido con el bienestar personal. Edwards reconoce que, como seres humanos, tenemos deseos y aspiraciones legítimas. Sin embargo, buscar el propio bien no debe confundirse con un placer hedonista o materialista. Más bien, se refiere a un bienestar integral que va de la mano con el crecimiento espiritual (Efesios 3:16).
3. “… sin ninguna consideración del tiempo, ya sea ahora o en millares de años.”
Aquí, Edwards introduce el concepto de la eternidad en nuestras acciones. Sus decisiones no estaban limitadas al presente inmediato. Como cristianos, no debemos vivir solo para el corto plazo, sino con una visión trascendente, donde nuestras acciones tengan un impacto eterno. Este no es un llamado a la salvación por obras, sino una invitación a vivir con la conciencia de que nuestras decisiones tienen consecuencias eternas (2 Cor. 5:9-11).
4. “He resuelto hacer cualquier cosa que sea mi tarea y deber para el bien y la ventaja de la humanidad en general.”
Este fragmento amplía la responsabilidad personal hacia un compromiso con los demás. No basta con buscar el propio beneficio en nuestra relación con Dios; todo cristiano tiene el llamado a trabajar por el bienestar de sus hermanos en la fe y de la humanidad en general. Este principio está cimentado en el segundo gran mandamiento: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:39).
5. “He resuelto hacer esto sin importar las dificultades que enfrente, por grandes que sean.”
Edwards cierra su resolución con un llamado a la perseverancia cristiana. Jesús advirtió: “En el mundo tendréis aflicción” (Juan 16:33), y la vida cristiana está llena de desafíos. Sin embargo, la resiliencia es una virtud indispensable. La perseverancia hasta el fin es prueba de una fe firme y un carácter sólido (Mateo 24:13), pues “mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4).
Jonathan Edwards determinó vivir con el propósito de glorificar a Dios en todo, y esta misma decisión es tremendamente relevante para el mundo evangélico actual. Los cristianos de esta generación, especialmente los jóvenes, deben aprender a vivir con la vista puesta en la eternidad (Col. 3:2). En un mundo lleno de distracciones, necesitamos comprometernos a vivir apasionadamente para Cristo y en piedad.
¡Soli Deo Gloria!